Recientemente he enfocado mi práctica en el reconocimiento del arte como un compromiso conmigo mismo, al verlo como una herramienta para ganar conciencia de mí experiencia y de mi lugar en nuestro tiempo y nuestro espacio. Ya que la importancia que le damos al mundo depende del valor de nuestras preguntas y de qué tan profundas son nuestras respuestas, quise desplegarme con una economía de medios para preguntarme por mi lugar en el mundo. Reconocí que entre más honesto fuera, más universal sería. Empecé por indagar mi propia historia, y de allí terminé indagando la historia de la humanidad misma; mi trabajo busca reconectar con esas experiencias más remotas de nuestra memoria, pues entre mas remota, más intensa la comunión entre el hombre y la naturaleza. El reconocimiento del viaje de la humanidad como un proceso multidimensional para darle forma al mundo que nos rodea, que es al mismo tiempo, explorar y expandir la propia dimensión interior, me inspira a crear un cosmos personal, una constelación de vivencias, objetos, aforismos, personajes y arquetipos asociados con lo celeste y lo terrenal, con lo tangible y lo intangible, con lo mitológico más que con lo biográfico. Estas constelaciones pertenecen a un universo en constante y cambiante expansión, a un sistema, que como la vida, se encuentra en constante e intenso florecimiento.